Julián Domínguez es un insatisfecho.
Pudo tener un apellido corto, pero le agregó Yates al final por su familia materna.
Pudo ser jugador de voley, pero también quería ser arquero y jugador de ajedrez.
Pudo dedicarse sólo a estudiar ingeniería, pero se puso a organizar congresos y a tocar el saxo.
Pudo conformarse con hacer algunos viajes, pero tuvo que darle vida a la NIDYVI para encontrar el camino de la felicidad.
El dice que hasta no convertir a Rosario en una ciudad de las ideas y la innovación, no para.
Es que Julián Domínguez es un insatisfecho.
Еl pudo haber organizado un TEDx, pero ya va por el décimo.